El programa de usos requería la combinación de un mercado tradicional con un centro comercial dentro del mismo conjunto. El nuevo edificio debía responder asimismo a las diferentes escalas de las calles colindantes. El proyecto apila ambos usos uno sobre otro, componiendo de esta manera una sección que se adapta a la volumetría de la manzana existente mientras que de alguna manera se muestra el carácter de las actividades que el edificio aloja. El centro comercial, alojado en el volumen superior, se organiza a lo largo de un atrio lineal que se asoma a la avenida principal. El mercado está cobijado por una lámina de hormigón que se extiende hacia la plaza delantera, conformando un amplio porche de entrada. 

La volumetría del conjunto se genera a partir de la extrusión de una sección en la que se superponen dos estructuras: una losa de hormigón curva, que envuelve el mercado y un pórtico de acero que construye el centro comercial, atravesando y apuntalando esta losa en su zona central. Esta sección estructural, repetida, construye el mercado y su reiteración en paralelo se adapta muy bien a la distribución de los aparcamientos bajo rasante. Esta repetición de un mismo elemento estructural a lo largo de toda la longitud del conjunto permite simplificar la ejecución constructiva de la edificación.

La sección resultante de responder con naturalidad a las dos escalas de las calles principales genera un volumen capaz que se aproxima al cilíndrico, con la consiguente mejora en el coeficiente de forma, minimizándose la relación entre superficie de cerramiento y volumen contenido.

Se ha tratado de aquilatar los espacios de circulación, dentro de los límites que permite su carácter público. El caso particular del atrio de entrada al centro comercial no debe entenderse únicamente como un espacio de circulación sino que, por sus dimensiones, puede albergar expositores temporales y puestos de venta aislados que funcionen como elementos de bienvenida al centro.