El edificio de la Facultad, previsto en su momento únicamente para albergar aulas, alojaba de forma muy precaria las dependencias del Decanato (ocupando un Aula Magna) y de la Biblioteca (en un semisótano oscuro y mal comunicado). Estos dos usos son los que se trasladan a la nueva ampliación.
El nuevo edificio debía comprometer lo mínimo posible el funcionamiento de la Facultad existente. Los espacios que recibían luz natural debían seguir teniéndola y las obras necesarias tenían que producirse con la mínima alteración de lo ya construido. Esto ha llevado a crear unos patios longitudinales que, a modo de fisuras de separación, independizan la ampliación del resto, y a aprovechar al máximo los niveles de semisótano y planta baja, redefiniendo las cotas de la plataforma y el jardín exterior.
La ampliación no es mimética con el edificio existente. Sólo recoge de éste las proporciones generales del sistema de bandas horizontales. Se busca que su presencia sea lo más liviana posible, más como un pabellón del parque que como una nueva ala de la Facultad. Más un mueble que un edificio.